Reflexiones sobre el mundo religioso Mexica: Cosmovisión – Parte II
En la anterior entrada presentamos la visión nahua sobre la Tierra y la percepción sobre cómo estaba compuesta. Hoy, continuamos nuestro camino por la cosmovisión mexica sobre los Trece Cielos. Leen bien, los mexicas, dividían el cielo en nada menos que 13 capas aunque para otros autores su número se reduce a nueve. A pesar de ello, el esquema celeste era el más complejo.
El cielo se concibe como una serie de capas escalonadas, multicolores, en las que se asociaron determinados fenómenos Cada uno de los cielos tendría una deidad asociada, así como también un animal. Solamente se ha conservado una representación pictórica de los 13 cielos, una versión colonial en el Códice Vaticano A, imagen de la portada del artículo.
Por encima de la superficie terrestre se encontrarían los nueve o trece cielos. La problemática sobre el número de cielos divide hoy en día a los autores, ya que las fuentes no se ponen de acuerdo de su número, ni de la manera en la que hay que contarlos. Para algunos se ordenan sucesivamente del primero al decimotercero, siendo éste último el más alejado de la superficie terrestre, pero para otros el cielo más elevado corresponde al séptimo, siendo cada cielo como un escalón en una pirámide, de esta manera, el primer escalón estaría en el Este y el decimotercero en el Oeste. Sin embargo, tomaremos como fuente de referencia el capítulo del volumen 10 del Handbook of American Indians, Religion in pre- Hispanic central Mexico, en el que sitúa en trece el número de cielos. Esta división en trece también responde a una asociación con trece deidades.
El primer cielo, Ilhuicatl Meztli, es el inmediato sobre la tierra donde se mueve la Luna (Meztli) y las nubes. Esa región se encuentra habitada por Tlaloc, Ehecatl y por las deidades lunares como Tlazolteotl, Tiacapan, Ixcuina y Teicu, que representan las fases lunares. El segundo cielo, Cintlalco, es donde se mueven las estrellas que se encuentran divididas en dos ejércitos de luz, por un lado, las Centzon Mimixcoa, y por el otro, las Centzon Huitznahua. También se mueven en este cielo la Vía Láctea, Osa Mayor, Osa Menor y la constelación de Escorpio. El tercer cielo, Ilhuicatl Tonatiuh, es donde se mueve Tonatiuh, el Sol, con una dirección de este a oeste, donde se sumerge en el Inframundo, para salir al día siguiente de nuevo por el este. El cuarto cielo se denomina Ilhuicatl Huitztlan, donde se encuentra Venus y Quetzalcoatl bajo la advocación de Tlahuizcalpantecuhtli, Señor de la Casa de la Aurora. El quinto cielo, Ilhuicatl Mamaloaco, era el lugar de los cometas. La aparición de éstos era tomada con mal agüero y provocaba miedo. El sexto cielo, Yayauhco, espacio verdinegro en el que habita Tezcatlipoca, donde nace y se extiende la noche. El séptimo cielo, Ilhuicatl Xoxouqui, Cielo Azul, es donde habita Huitzilopochtli. El octavo cielo, Iztapalnacazcayan, es la región donde se forman las tempestades, donde crujen los cuchillos de obsidiana, aquí también aparece Tlaloc pero se encuentra dominado por la deidad del hielo, Iztlacoliuqui. El noveno cielo, Teotl Iztacan, era la región del color blanco. El décimo cielo, Teotl Cozauhcan, era la región del amarillo. El undécimo, Teotl Tlatlauhcan, estaba dedicado a la región del color rojo. El duodécimo cielo junto con el decimotercero constituye el lugar de la dualidad, Omeyocan.
Esto es lo que nos dice las fuentes, pero ahora bien, la pregunta es ¿qué sentimientos despertaba al mexica cuando contemplaba las estrellas?, ¿Era consciente de cada uno de estos pisos?, ¿Creía que podía verlos de manera independiente? ¿Creía en esta división? Estas preguntas son importantes de hacérnoslas porque significa ir un paso más allá en nuestra percepción sobre esta cultura. Sabemos que el conocimiento astronómico que poseían era envidable y sorprendente para nosotros hoy en día. Sin embargo, vemos como cada deidad ocupa un lugar, un espacio en el Cielo. En la próxima entrada finalizaremos el recorrido por la cosmovisión explicando el Más Allá a través de sus paraísos y todo lo que ofrecían y lo que lleva consigo poder acceder a ellos. Aguanten lectores, en nada hablaremos de sus deidades…